Antetodo soy psicólogo. Desde hace 15 años ejerzo la tarea de procurar y velar por la salud mental de los demás. A lo largo de los años he visto desfilar ante mi miles de combinaciones emocionales posibles. Múltiples policromías expresivas trazadas con pinceles, a veces gruesos, a veces quirúrgicos. He vivido la narración de las más sorprendentes vivencias, la mayoría «inusuales». En mi modesta consulta han acontecido traumas, llantos, risas, miedos, ilusiones; en ocasiones todos a la vez en la misma persona.
botellas douro
Por otro lado me gusta el vino. No sólo su olor, color y sabor. Sino todo lo que esos tres conceptos, reyes de la cata y clasificación de los caldos, no alcanzan a explicar. Me gusta la evocación de lugares y ambientes que la cabernet inyecta en mi mente. Me gusta el romanticismo de la Syrah mientras espero la llamada telefónica de esa cita anhelada, los viajes a la infancia que el aroma de un «Gramona» implica. Me gusta compartir una  velada con amigos acompañado de un Chianti o encontrar un momento de introversión entre los sorbos de un «Blecua». Me encanta decorar la mesa de la cena con un dorado destellante en las copas de un blanco del Priorat o pasar momentos de comida casera, intrascendentes con un archiconocido «Marques de Cáceres».
El vino es química. La vida es química. Todo junto puede ser alma.
Jaume Reynés

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